Me pica el gusanillo… ¡Quiero escribir! ¡Necesito escribir! Así que,
aquí estoy, escoba en mano, limpiando esto de telarañas, y con la firme…
¿firme? determinación de darle un poquito de vida a este lugar, ¡vamos allá!
Hace poco leía un artículo que
hablaba de esas pequeñas hazañas que te identifican como madre/padre y me
partía de la risa: “eres madre cuando, en vez de huir de un chorro de vómito,
corres hacia él”. Y eso es así. ¡ Ay, Vir, hay tantas cosas que nunca pensante
que sucederían!
La maternidad engorda. Llevo más de un año a dieta, una dieta
cuidada, en la que voy perdiendo peso poco a poco, sin prisa pero sin pausa. Sí,
he perdido mucho peso, pero es que había mucho que perder (y todavía lo hay).
Mucha gente con la que me veo de Pacuas a Ramos se queda impresionada por mi cambio,
y es usual encontrarme con el comentario: “Claro, con esto de la maternidad
seguro que no paras”. ¡Ay, ojalá fuera tan fácil! Sí, no paro, pero lo de
adelgazar lo mío me cuesta. Porque, ¿qué haces cuando tu hija se deja tres
míseras cucharadas de lentejas, cuatro trozos de pollo, dos patatas fritas y
medio petisuis? ¡A la cintura de la
madre! No lo vas a tirar, ¿verdad? Le añadimos a esto los arranques de
generosidad de mi niña. No le puedo decir que no cuando me mete en la boca una
de sus galletas, onzas de chocolate o trozos de fruta previamente masticados.
Cero intimidad. Vamos, que cuando voy a hacer un pis en el curro me
llevo una foto de mi hija para que me mire, que si no me resulta rara tanta
soledad. No, ya no tengo ningún tipo de privacidad. Me ducho con la puerta
abierta de par en par (no quiero ni
pensar en cuando llegue el invierno, ¡me voy a congelar!). Si me siento en el
váter allí está mi princesa, interesadísima abriéndome las piernas a ver qué es
lo que sucede por ahí dentro. Y si quiero hacer cosas como depilarme o pintarme
las uñas de los pies tengo que desplegar toda mi pericia para evitar que suelo,
paredes y techo acaban llenos de pegotes pegajosos o creativas manchas de
esmalte.
Redescubriendo al niño que llevas dentro. ¿En qué momento dejaste
de montarte en los columpios y por qué? Eso me pregunto yo cada vez que me
deslizo con deleite por un tobogán (con la excusa de ayudar a mi hija) o me
columpio, con o sin ella. ¡Qué divertido!
¡Culpable! Una tarde tonta de estas en las que se me acumularon las
tareas ineludibles, del tipo pon una
lavadora ¡YA! porque te estás quedando sin bragas limpias, me quedé mirando
a mi pequeña y me dije: “jolines, pobrecita, no hemos salido al parque.” Y me
sentí culpable. Porque a mi nena le encanta ir al parque. Al día siguiente, sin
falta, salimos al parque. Cuando volvía con ella me asaltó otra vez el
sentimiento de culpabilidad. Jo, no habíamos estado suficiente tiempo en el
parque… ¡Stop, parada de pensamiento! ¿Pero qué me pasa? ¿Es que nada es
suficiente? Por la noche se lo contaba a 7ven, mira-tú-qué-tonta-que-estoy. Y
resulta que a él le pasan también esas cosas. En fin, mal de muchos consuelo de
tontos. De este momento y otros parecidos surge mi nuevo mantra: lo perfecto
es enemigo de lo bueno.
Una nueva concepción del miedo. Yo era de las que iba al Parque de
Atracciones deseando subirme en las más altas, rápidas y tortuosas montañas
rusas, todas con nombres de lo más atractivo tipo Vértigo, El Abismo,… Ahora, si me subo en el tren de la bruja me
paso el rato pensando en si tendría un buen día el tipo que apretó los
tornillos o en si el ingeniero que lo diseñó era de los de notable o de los de
cinco raspao… Me he vuelto una auténtica cagueta.
Aún voy más allá. Me paso el día imaginando posibles desgracias que le pueden
acontecer a mi hija en cualquier momento: ¿pero cómo la voy a dejar en la
guardería en manos de un completo desconocido? ¿Ir a una excursión, en autocar,
estás de coña? ¿Salir sola con los amigos? ¿Irte un mes a Roma a estudiar italiano? Se me ponen los pelos de punta. Sí,
ya sé, no puedo encerrarla en una burbuja y protegerla de todo mal, pero cómo
cuesta soltarlos…
Y a vosotros, madres y padres, ¿qué sorpresas os ha deparado el estado
de gracia?
¡Qué bien que vuelvas a escribir! Echaba de menos este blog, jejeje.
ResponderEliminarDesde luego que hay muchas cosas que no te dicen sobre la maternidad, pero tampoco las vamos a contar todas que las que vengan detrás también tienen que dejarse sorprender un poco ;-)
¡Jejejejejejeje! Bueno, iremos dando algunas pistas, pero no muchas, es verdad, no vamos a desvelar todas las sorpresas, :)
EliminarQué alegría volver a leerte. Y la verdad que me ha hecho mucha gracia esta entrada porque me veo reflejado (y a mi mujer más) en tus palabras. Nosotros acabamos de empezar, seguro que todavía nos encontraremos muchas cosas ;-)
ResponderEliminarMe alegra haberte sacado unas son-risas, con todo lo que tenemos encima los padres hoy en día está bien poder desdramatizar un poco, ¿verdad?
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