miércoles, 22 de enero de 2014

Tal día como hoy, hace un año


Tal día como hoy, hace un año, volvíamos a casa con nuestra pequeña. Nevaba, y nos despertamos temiendo que la nieve nos impidiera. Por eso urgimos al personal para que nos gestionaran el alta hospitalaria y poder salir lo antes posible.

Para la ansiada alta primero tenían que pesar a Lily. Si no había ganado peso tendríamos que quedarnos y darle un suplemento de biberón. Pero yo estaba convencida de que había engordado por fin.

La tarde anterior, al comprobar que seguía perdiendo peso, me dijeron sin más: “le vamos a dar un biberón”. Y se fueron a buscarlo. Cuando regresaron, yo, educadamente, me negué. Ya había notado la subida de la leche, que había tardado más de la cuenta por eso de la cesárea, y mi bebé todavía no había llegado a la preocupante barrera del 10% de pérdida de peso. Lo entendieron y me dieron de plazo hasta la mañana siguiente. En cuanto desaparecieron me puse a comer y beber todo lo que pillé por la habitación para tener un poco de energía (a alguien se le olvidó quitar de mi menú la comida de dieta sin sal y me estaban matando de hambre): chocolate, gominolas, jamón y lomo con pan, un trozo de la tarta de cumple de mi sobrino,…

Y funcionó. Bebé subió 90 gramos en 15 horas. Estábamos listos para la vuelta al hogar.

En este caso, a pesar de que finalmente respetaron mi voluntad, me molestó bastante el tono impositivo de las enfermeras. Si yo no llego a ser como soy le hubieran dado el biberón. ¿Hubiera tenido consecuencias? Posiblemente no, o no muy graves. Pero solo posiblemente.

Muchas veces, en los hospitales de maternidad, se obsesionan con algún tema y, sin informarte siquiera, toman decisiones apresuradas o medidas desmesuradas. Al hijo de un compañero de trabajo le dieron un biberón sin previo aviso. A una buena amiga, sin embargo, obsesionados con la pronta subida de la leche, le colocaron el sacaleches para estimular dicha subida. Pero, ¡porelamordetres! Si eso es algo completamente natural que acaba sucediendo sí o sí (salvo raras, rarísimas excepciones), somos mamíferos perfectamente programados para alimentar a nuestros hijos, ¿para qué torturar los pechos ya torturados de una recién parida?

Informarte, tener las cosas claras y ser firme en tus decisiones. Eso es lo que debería hacer toda mujer que no quiera ser ninguneada por la política protocolaria del hospital que elija/le toque en gracia.

Tal día como hoy, hace un año, llegamos a casa y comenzó a nevar a lo grande. Copos gigantes que caían suavemente llenando de magia el momento. Inolvidable. 

sábado, 18 de enero de 2014

18/01/2014 - 22:45


*****************  **  ****     ****n***************** ***********
****************  ***  **    ** ***nnn**************** ***********
*****************  *  **    ******n***************** ***********
*****************  *  *    *********¡***************** **********
*****************  *      **********¡***************** ********
*****************  *      **********¡**************** *****
*****************        ***********¡***************
**************  *  *********mmmmmm*********************
***************    *********mmmmmm*******************
**************  ***  *******mmmmmm*******************
************  *********mmmmmmmmmm*******************
***********  **********mmmmmmmmmm*****************
***********  **********mmmmmmmmmm****************
******************mmmmmmmmmmmmmm****************
******************mmmmmmmmmmmmmm****************
******************mmmmmmmmmmmmmm**********

¡Feliz cumpleaños, ratoncita!


viernes, 17 de enero de 2014

Una carta de amor


Mi pequeña Ratoncita:

Mañana es tu primer cumple. ¡Qué emoción! Mamá se está volviendo un poquito loca con la merienda de cumpleaños que te vamos a preparar, pero es que no todos los días se cumple un añito. Sí, ya sé que no te vas a enterar de nada, si soy yo la primera que se lo dice a todo el mundo cuando me preguntan por un posible regalo para ti, pero yo soy tu madre, tengo derecho a perder la chaveta.

Mi princesita, mi bebé, mi amor… ¡Qué grande estás ya! Me emociono al recordarte tan frágil y pequeñita, recién nacida, entre mis brazos. Y ahora te miro, te veo feliz, sana, alegre, vivaz, valiente, fuerte,… Y me emociono más aún. ¡Tendrías que ver la cara de embeleso con la que te miro cuando estás concentrada en tus juegos y exploraciones! Se me cae la baba. Y no es para menos, eres la niña más bonita que he visto nunca.

¿Amor de madre? ¡Pues claro! Pero eso no me quita razón. Eres preciosa, por dentro y por fuera. Tienes una sonrisa que enamora a todo el que se la cruza. Tu risa es mi canción favorita. Cuando me rodeas con tus brazos y apoyas tu cabecita en mi hombro querría congelar el tiempo. Das unos besos tan tiernos que nos derrites a todos por dentro. ¡Hasta tus tortas me gustan! Como dice tu primo Joel, profundamente enamorado de ti, son tortas de amor. Y es que no hay nadie que se resista a tu encanto.

También tienes tu puntito de genio, que no está nada mal. Mamá pensaba que, de buena que ibas a ser, todos te tomarían el pelo y te manejarían como quisieran. Pero mis temores se han disipado. Porque sabes defender tus intereses, ¡vaya que si sabes! A veces te enfadas un montón con mamá o con papá, cuando no te dejamos jugar con el tambor de la lavadora o coger las naranjas que tanto te gustan, pero enseguida se te pasa. Con un poquito de paciencia y una buena dosis de amor todo se resuelve más fácilmente.

Mi bebé, has cambiado mi vida, la has vuelto del revés, la has puesto patas arriba,… ¡Muchas gracias! Nunca había sido tan feliz. A pesar de que nunca había sentido tanto miedo, tantos miedos. Miedo a que te pase algo, a que me pase algo, a que le pase algo a papá,… Y miedo a estar haciéndolo mal. Aunque este último se me pasa rápido cuando veo todo lo que hemos conseguido los tres juntos.

No hablo de tus logros psicomotrices, cada niño tiene su ritmo y no es un mérito que el tuyo sea tan acelerado. Hablo de lo cariñosa e independiente que eres, de lo bien que comes, de tu afán explorador, de tus poquitos miedos y tus muchas inquietudes, de tu firmeza y tu valentía,… Todo eso lo hemos construido juntos, sí. Porque, por más que hable la gente de la suerte que hemos tenido estoy plenamente convencida de que el modelo de crianza que hemos elegido se lleva parte del mérito.

Hubo un tiempo en el que, por momentos, pensé que no lo lograríamos, que nunca seríamos papás. Ahora miro atrás y se me llenan los ojos de lágrimas. De emoción, de gratitud, hasta de cierto orgullo propio por no haber cejado en la lucha. Me siento plena, pletórica, formando parte de esta pequeña familia que hemos montado.

Una vez le dije a tu padre algo muy hermoso que oí en una película y que se ajustaba a la perfección a mis sentimientos: “tú haces que quiera ser mejor”. Pues bien, “tú haces que lo consiga”.

Gracias, mi Lily, mi Mononoke, mi bizcochito, mi galletita, mi vida, mi amor, por el mejor año de mi vida.

Te quiero, Beatriz, infinito y sin huequitos.

Un millón de besos, mordisquitos y achuchones:

Mamá

lunes, 13 de enero de 2014

Tragando sentencias (I)


Creo que ya os lo he comentado alguna vez, mi planteamiento de la maternidad es radicalmente distinto al que era antes de ser madre. Pero resulta que también choca con la idea de maternidad que tienen muchas personas a mi alrededor, incluyendo familia cercana. Por suerte he sido madre lo suficientemente mayor como para que me importen un pepino las opiniones de los demás. Pero a veces resulta molesto esto de ir “contra corriente”.

De eso ya habrá tiempo de hablar, me da a mí que mucho. Hoy me voy a centrar en mí misma. Hoy me voy a enfrentar a la Vir de hace un año, esa Vir que estaba a punto de ser mamá. Muchas veces mi yo actual se enfrenta a esa Vir con una sonrisa burlona, recordando aquellas declaraciones de intenciones tan firmes que hoy no son más que papel mojado:

“Yo le voy a dar pecho hasta los 4 meses. Luego se lo voy quitando poco a poco porque paso de volver al trabajo y tener que estar pendiente de si me gotean o no”. Mi niña va camino del año y sigue enganchada a mi pecho, algo que las dos disfrutamos mucho, y por el momento no tenemos pensado dejarlo.

“Mi hija no va a cambiar mi ritmo, tendrá que adaptarse a mí”. Con esta sentencia no me río de mí misma, me descojono abiertamente. Yo, que hasta en la época en la que me levantaba a las cinco de la mañana no era capaz de acostarme antes de las doce y media y ahora me quedo frita en el sofá antes de que den las once. Yo, que pasaba horas delante del portátil y ahora hay días en los que ni lo abro. Yo, la del ritmo frenético, la de no llegar nunca tarde, la de salir hasta el amanecer,…

“Los bebés tienen que llorar.” Pero, ¿de dónde saqué yo semejante pensamiento? Maredelamorhermoso, lo que pesa lo culturalmente establecido… Los bebés lloran, claro, pero para comunicarse con nosotros, para expresarnos su malestar. Y ese malestar hay que aliviarlo. Dejar llorar a un bebé es CRUEL. Y eso me quedó claro la primera vez que oí llorar a mi pequeña y un profundo malestar surgido de lo más primario de mí me embargó.

“En cuanto destete a mi hija se irá a dormir a su habitación”. Bueno, evidentemente todavía no está destetada, cuando llegue ese momento ya veremos. Y es que mi hija no solo duerme en nuestro dormitorio, sino que duerme con nosotros. Desde que nació. Primero lo hizo entre nosotros. Cuando fue un poco mayor adosamos su cuna a nuestra cama de tal manera que su colchón es una continuación del nuestro. No solo no me parece mal, sino que me parece la mejor opción. Ya profundizaremos en este tema…

“Mimar es malcriar”. ¡Uff! A este mi yo le pegaba un par de bofetadas para que comprendiese lo que es malcriar. Besar, abrazar, acariciar, consolar, apoyar, dar seguridad,… En definitiva, mimar, es BIENCRIAR. ¿A quién no le gusta que le traten con mimo? ¿No nos sentimos mejor cuando la gente nos trata con cariño, de manera agradable? ¿Igual preferiríamos un trato más frío, no vaya a ser que nos convirtamos en adultos “malcriados” de recibir tanto amor? ¿Y por qué lo que nos parece absurdo aplicado a los adultos nos parece tan convincente cuando hablamos de criaturas indefensas? Yo, por el momento, me como a mi hija a besos y abrazos, que ya llegará el día en que se los quite con la manga de la camiseta y me parta el corazón.

Bueno, para una primera entrega y un cura de humildad pública no está mal, ¿no os parece?