lunes, 18 de noviembre de 2013

Las madres lloran


Después de parir pasan muchas cosas en el interior del cuerpo de la mujer. En cuestión de hormonas, yo pensé que estaría preparada después del entrenamiento durante el embarazo… Pero, como en tantas otras cosas, estaba equivocada. Ese torrente de desequilibrio emocional que ahoga las neuronas cual tsunami… Nadie está preparado. Ni propios ni ajenos.

Durante aquellas primeras 24 horas de vida extrauterina de mi hija tuve el peor ataque de emotividad de mi vida. Era un momento de relativa tranquilidad en la habitación del hospital, un momento íntimo de “solo féminas”, con mi hermana y mi sobrina. De repente recordé el momento en que sostuve entre mis brazos por primera vez a mi sobrina, mi Bichobola, la que ha sido para mí casi, casi como una hija. Y recordé lo que pensé: “¿podré querer alguna vez a un bebé más de lo que quiero a este?” Y me puse a llorar. Pero no llorar bien, esas lágrimas silenciosas que ruedan por la mejilla mientras media sonrisa ilumina tu cara… No señor, ¡llanto incontenible con pucheros mil!

Carrín y Bichobola lo fliparon. Y, para tranquilizarlas intenté explicarme… Entre sollozos conseguí contarles mi hilo de pensamiento, tratando de describir el inmenso sentimiento que me embargó al recibir a mi hija, sentimiento que hizo palidecer a aquel del pasado. Consecuencia, las tres llorando. Y, al minuto, las tres riendo entre lágrimas.

Durante más o menos el primer mes seguí sufriendo embarazosos e inesperados episodios de llanto. Esperaba que, con el tiempo, las aguas volvieran a su cauce y mi emotividad se serenase… Es verdad que me he serenado, pero las hormonas post-parto dejan holgura y ahora me emociono con una facilidad asombrosa. Y es que las madres lloran, eso es así.

1 comentario:

  1. Doy fe de ello, lloráis con una facilidad pasmosa, pero eso es buena señal. Me encanta. Un abrazo y a seguir luchando

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