viernes, 14 de junio de 2013

Historia de un alumbramiento IV: un accidentado final feliz

*Es una entrada larguísima, vosotros lo habéis querido.

-¡Nada! Quince minutitos se tarda… Y la madre, una hora en reanimación y a la habitación.

Así nos lo vendieron. A la  media hora de estar esperando en un claustrofóbico cuarto sin ventanas 7ven mandó un mensaje a mi madre y a Carrín, que se habían quedado en la habitación: “no desesperéis, esto va para largo, ni han empezado”.

Después de eso apareció el anestesista, un tipo extrañísimo que nos dio muy mala espina. Hablaba como se movía, a cámara lenta. El chiste, claro, no faltó, ¡estaba destinado a su profesión! No me gustó, no nos gustó. Ni un pelo (como su cabeza).

A la hora, ¡por fin! Me metieron en el quirófano. Imagino que todos los que habéis pasado por un quirófano recordáis lo desagradable que es estar en pelotas delante de tanta gente. Pues ahora imaginad: yo sentada al borde de la camilla con la puñetera bata de hospital resbalándose todo el rato mientras un celador me sujetaba de los hombros inmovilizándome para que me pusieran el catéter para la epidural. Él, pudoroso, se empeñaba en subirme la bata, pero resbalaba una y otra vez… Al final me dio la risa, claro. Esperpéntico. Y, a todo esto, el anestesista de los huevos protestando porque no tuviera puesto el catéter.

Luego me tumbaron en la camilla-crucifixión, tan fina que si me despisto me pego un morrazo. Vías por aquí, monitores por allá, una pantalla de papel que parecía un mantel desechable de restaurante de carretera,… Y de repente noto algo extraño.
-Se me están durmiendo los brazos.
-No puede ser –responde el anestesista.
¡Pero qué puta manía tienen los médicos con el dichoso “no puede ser”! No es la primera vez que lo sufro, pero sí la más grave.
-Oiga, que sí puede ser y es…
Y él, ni caso.

A los pocos minutos me empezó a resultar dificultoso respirar y se lo comuniqué con calma.
-Eso es que estás nerviosa, tranquilízate.
Imaginaos lo tranquila que se queda una cuando el médico de turno no le hace ni puto caso. Respirar era cada vez más chungo y me empecé a sentir muy atontada, hasta el punto que se me pasó por la cabeza una reflexión estúpida: joder, con lo que me ha costado esta nena y me voy a morir sin conocerla.

En esas elucubraciones estaba cuando el anestesista me sacudió.
-…Eh? -Estaba muy atontada.
- Que qué te estoy haciendo – debía llevar un rato preguntándome.
- No lo sé…- Levanté la cabeza y vi con espanto que me estaba frotando con fuerza el pecho, justo bajo la clavícula, ¡y yo no notaba nada! Si ya le decía yo, que se me estaban durmiendo los brazos, que no podía respirar,…

Por fin me hizo caso: oxígeno, cambio de inclinación de la camilla,… Luego, el muy hdp le dijo a 7ven (-que no se lo creyó, me conoce bien-) que me había puesto un poquito nerviosa, ¡jajajaja! El que se puso nervioso es él.

Aun así siguió haciendo comentarios de los suyos:
-No puedo tragar
-Si puedes respirar puedes tragar. -¡Ole sus huevos!

Pero, olvidemos por el momento al cafre este… Yo oía en la lejanía de mi atontamiento a los médicos. Uno dijo algo así como “vaya niño” y pensé: “¡anda, es un niño! Y todo este tiempo pensando que era una niña…” Pero, al momento, tras oír unos lloros muy enérgicos, levantaron a mi bebé por encima del mantel de papel para que la viera y me dijeron: aquí tienes a tu hija.
No puedo describir lo que sentí en ese momento. Era una cosa feíta, con la cara amoratada y llena de restos pegajosos, un montón de pelo sucio pegado a la piel y gesto de rana, que me enamoró. Pensé: “no pasa nada si es feuchina, para mí siempre será mi princesa”.

Enseguida me la quitaron de la vista y yo no hacía más que preguntar por ella: quería verla, quería tocarla,… Al cabo de lo que me pareció una eternidad me la trajeron de nuevo envuelta como un tamalito para que la viese antes de que la llevaran con su padre, mientras a mí me cosían.

Sabiendo que estaba bien, que estaba con 7ven, toda la tensión acumulada aquellos días se evaporó y me entró un sopor tremendo.

Del quirófano me llevaron a reanimación, pero antes pude ver a 7ven y a mi niña. Estaban esperándome a la salida del quirófano. Yo quería tocar a mi hija, cogerla, besarla,… pero el efecto de la anestesia se iba pasando y me temblaba el cuerpo incontroladamente. Una enfermera me la acercó y la emoción me colapsó: ¡Es tan bonita! Era preciosa, perfecta,… ¿Cómo había podido pensar que era fea? ¡Si era la cosa más linda que había visto en mi vida! Entre lágrimas me aparté de un manotazo la mascarilla y le di un besito en la nariz. En una hora estaría otra vez con ella… ¡Ilusa de mí!

Los astros se conjuraron contra mí y hasta pasadas tres horas no me llevaron de nuevo a mi habitación, donde esperaba toda mi familia disfrutando de mi pequeñaja. Una operación de apendicitis de urgencia y una enfermera que no se enteró de que mi alta estaba firmada. Y todo ello aderezado con una nueva discusión con el anestesista:

-Tengo frío.
-No, estás temblando.
-Ya sé que estoy temblando, pero también tengo frío.
-No, estás temblando –¡Mheeee, conversación entrando en bucle!

Menos mal que el celador se apiadó de mí y me enchufó un aparato de aire caliente por debajo de la sábana.

La máquina que me tomaba la tensión cada tres minutos porque daba error no me dejaba descansar bien pero me medio adormilé mientras el efecto de la anestesia daba paso al tremendo dolor. Aunque había perdido la noción del tiempo llegó un momento en que comencé a impacientarme. Quería estar con los míos, quería sostener a mi niña, lo necesitaba,… Empecé a calentarle los cascos a la enfermera para que hiciera lo necesario. Cuando por fin solventaron sus problemas de comunicación el anestesista (de nuevo) y la enfermera, ella se me acercó y me dijo:
-¿Cómo te encuentras, te duele?
-Sí.
-Te voy a dar un calmante, cuando empiece a hacer efecto te llevan a la habitación.
A los treinta segundos la llamé:
-Ya no me duele.
-Eso lo dices para que te saquemos de aquí.
-No, de verdad que ya estoy mucho mejor. -Mentira cochina, pero me daba igual.
Ella sonrió indulgente y llamó a los celadores.

¡Vaya cracks! Entre dos me llevaron y no pudieron evitar golpear la cama contra toda puerta, esquina y recodo del camino. Cada golpe venía acompañado de una sacudida de dolor que, en mi delirio de cansancio y ansiedad, me cuidé muy mucho de disimular, no fuera  a ser que me devolvieran a reanimación. Por fin llegábamos a la habitación… Vi a mi madre, al resto de mi familia, todos querían hablarme, preguntarme, abrazarme,… Yo solo quería que me dieran a mi niña…

No soy capaz de recordar con claridad ese momento, solo recuerdo la sensación de paz, de trabajo terminado, de alivio,… y de AMOR. ¡Es tan bonita…! repetía una y otra vez… Y lo sigo repitiendo.


12 comentarios:

  1. Que sepas que ahora mismo estoy llorando. No te digo más. Ahora te toca contar el resto hasta hoy :-)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es emocionante, ¿verdad? Yo sigo llorando al recordar esos momentos... Poco a poco iré contando cositas, sí, pero con calma, que la mayor parte de mi tiempo está dedicada a generar esas anécdotas con mi niña que luego os contaré, ;) Besitos!!

      Eliminar
  2. Qué bonito Vir, yo también me he emocionado, y supongo que todas estarán como yo, recordando sus propios partos. Y tienes toda la razón, cuando lo ves por primera vez..., no hay nada, y digo nada, que tenga más fuerza en esos momentos. Un besazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Algún día tendrás que contar tu parto, :) La verdad, nunca pensé que pudiera sentir algo tan intenso, ¡increíble! Besos mil!!!!

      Eliminar
  3. Qué bonitas son las historias con final feliz.

    Al margen de la multitud de diálogos de besugos y la dosis de humor me quedo con esa impaciencia por ver a tu niña, seguro que cualquier minuto era una etetrnidad, por mucho que no acabe de entenderlo (claro que no de momento, que yo sepa, no he sido madre)

    Besos(y ahora a contarnos sus primeros pasos)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sese, después de nueve meses con ella en la barriga, notando cómo crecía, deseando ver su carita (creo que eso es un deseo muy común entre los futuros padres), habiendo creado una imagen idílica en la que nace y me la ponen encima y ya no nos separamos por siempre jamás, imagina el palazo... Y encima con retrasos!!! Pero bueno, me lo tomé con calma y cierta dosis de humor, ¡que no falte!

      Tengo un montón de cosas que contaros, se me acumulan las ideas en la cabeza, pero por el momento creo que esto, en vez de un "diario", va a ser un semanal, mi tiempo no se estira más... Besitos!!

      Eliminar
  4. Con mucho gusto te sigo
    Gracia
    un abrazo y feliz semana
    Marina

    ResponderEliminar
  5. Hola, yo leía tu otro blog, pero me encontré que lo habías cerrado.
    Me emocionó la entrada, pero voy a tener que leer los capítulos anteriores, si no me siento perdido.
    Un abrazo.
    HD

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola Humberto, sí, está cerrado temporalmente, no puedo abarcar tanto y ahora esto es lo que me apetece escribir. Me alegra que te haya emocionado, bienvenido. Un abrazo

      Eliminar
  6. Tienen que ser umos momentos increíbles e inolvidables... :-)

    ResponderEliminar
  7. Uf, pues al final menos mal que todo acabó genial, porque menuda panda de inútiles te encontraste, entre ellos el anestesista gilipollas. Bueno, lo que importa es esa sensación del final, el amor y el saber que todo ha merecido la pena, y no ha hecho más que empezar.
    Genial cómo lo has contado y el corazón que has puesto en ello, gracias!

    ResponderEliminar

¡Cuenta, cuenta! Comparte tus impresiones,