El jueves por la mañana recibimos la visita de la primera
de las tres matronas que me atendieron, no recuerdo su nombre. Nos explicó el
plan: ese día me pondrían un medicamento hormonal en el cuello del útero para
ver si así se desencadenaba el parto. Si no bastaba con eso, al día siguiente
me pondrían el goteo de oxitocina para provocar las contracciones y ver si así
se desencadenaba el parto.
Me esperaba un día muy largo, vestida con la humillante
bata abierta por detrás y conectada, por
un lado, a la vía que me suministraba la medicina para controlar la
hipertensión y, por otro, al cinturón de
monitorización para vigilar las contracciones uterinas y el latido del corazón
del bebé. ¡Y para colmo malcomiendo! Porque, si la comida de hospital no es
para tirar cohetes, imaginaos lo que es la de dieta sin sal.
Ahí estaba yo, saboreando las fantásticas galletas de
arena del desayuno, cuando apareció mi hermana, Carrín, cargada de globos y
ricas viandas: jamón ibérico, lomo, chorizo, pan, chocolate,… Para el después…
¡Pero si quedaba una infinidad para el después! Por lo menos disfruté
jugueteando con los globos…
Las horas pasaban y aquello no parecía funcionar. Llegó la
hora de la comida incomible con el postre más horroroso que he probado en mi
vida, la merienda de panecillos sin sal, la insulsa cena,… Reconozco que le di
algún tiento al chocolate, una de mis mayores debilidades durante el embarazo,
¡me moría de hambre y ganas! Dormitamos, reímos, charlamos,…
Por la noche me atendió una nueva matrona, una que no me
gustó nada. Estaba aceleradísima y me hablaba de malas maneras. Me hizo mucho
daño con la exploración y le tuve que llamar la atención cuando quiso echar a
mi madre. ¡Pero, por favor, que mi madre me ha visto en los peores momentos de
mi vida, no me daba ningún pudor que viera cómo la bruta esa metía su manaza en
mi mismísimo! Me informó, como si fuera culpa mía, de que el tratamiento
hormonal había fracasado, así que, por la mañana me pondrían el goteo.
Así acababa el primer día de ingreso, con un deje de
desesperanza, algo de nervios, fabricando paciencia para nosotros y para todos
los esperaban las buena nuevas teléfono en mano…
!!Hola,vir!
ResponderEliminarSi que has tenido mala suerte con el personal que te toco,pobrecita mia.Espero la siguiente entrada para saber que mas te paso.
Muchos besitos,guapisima.
Lady Celeste, he visto que has borrado tu blog, espero que no sea nada malo, y espero verte de vuelta por estos mundos. Fue una experiencia a lo "Vir", a mí me pasan estas cosas, ;) Besitos!!
EliminarJo lo que se tiene que pasar...y aún no hemos llegado al meollo...jajaja
ResponderEliminarAfortunadamente no siempre es así, ¡espero, si repito, que sea un poquito más corto! ¡jajajaja!
EliminarParece que no has tenido mucha suerte, pero veremos si mejora en las siguientes entradas, lo de la bata, lo siento mucho, no hay nada que hacer. Un abrazo
ResponderEliminarreleante, esto de los partos me da que siempre, antes de mejorar, empeora mucho, :) Por lo menos podía tener batas especiales para embarazadas, que con el barrigón no había manera de taparse el culo. Abrazo!
EliminarParece que la que más tranquila estabas, pese a todo, eras tú. Con todo ese lío y preocupada por las galletitas del hospital que eran... como eran.
ResponderEliminarYa te vale!!! jajaja
besos,
Sese, soy de naturaleza tranquila, y aguanto bastante bien el tipo. Sobre todo me gusta tomármelo todo con humor, aunque sea un momento chungo, y el resto de mi familia es igual. Así que solemos hacer bastante el payaso... ¡Jo, tenías que haber probado la "fantástica" compota de pera! ¡jajajajaja! Besos
EliminarMadre mía, en un momento así y en esas circunstancias, y aguantaste el tipo perfectamente. Ya seguirás contando, que nos tienes a todos intrigadísimos! ;)
ResponderEliminarBesos!
Sonia, como ya le he dicho a Sese, soy bastante tranquilota en ese tipo de situaciones, es una gran ventaja. ¡Ya tenéis la tercera entrega! Solo queda una más, a ver si tardo menos de una semana en colgarla, :) Besos!
Eliminar