Hola
amigos, ¿qué tal esas fiestas? Yo he debido comer demasiado, porque tengo un
barrigón…. J Vaaaale, en serio, han sido unas fiestas
distintas, tranquilas, emotivas, con sus momentos para todo, hasta para echar
unas buenas lágrimas.
En
cuanto al embarazo, entrando en su fase finalísima, a menos de tres semanas de
salir de cuentas, ¡qué nervios y qué ganas! Y qué hartura.
Porque,
si el embarazo en general no es ese mundo idílico que te venden las revistas,
no os podéis imaginar lo pesado que es el último mes.
Hoy
me he cortado las uñas de los pies. Ha sido todo un ejercicio acrobático del
que estoy orgullosísima y se lo he contado a todo el que me ha querido
escuchar. Es increíble lo limitante que puede llegar a ser llevar en tu barriga
una media de cinco kilos en modo compacto. Por no hablar de todo lo demás…
Mis
manos han doblado su tamaño, tengo la cara deformada (por primera vez en mi
vida tengo los labios carnosos, lo que estaría genial si no se me despellejasen
de la tensión), mis tobillos tienden a desaparecer, parezco un tentetieso cada
vez que ando (y mis amigos, que son majísimos todos ellos, me imitan y se ríen
de mí), tomo pastillas para el ardor como si fueran caramelitos, si
estorurnudo, toso o me río demasiado me meo encima, y si no también, mi espalda
es una contractura toda ella,… Y podría seguir, porque es un no parar.
En
cuanto a mi hija, ha dejado de ser mi princesita, mi amor, mi cielo, mi vida,…
para convertirse en “el octavo pasajero”. Eso no son patadas, parece que quiere
salir de mí atravesando útero y barriga. Lleva dos días sin parar de removerse,
no debe de ser muy confortable estar tan
comprimida, pero ¿qué culpa tengo yo? Ahora le ha dado por jugar a la pelota
con mi vejiga. Casi prefería cuando se dedicaba a jugar a la comba con mis
intestinos.
Ya
se me ha olvidado lo que es dormir más de dos horas seguidas. Si no son los
dolores es que tengo que hacer urgentemente tres gotas de pis, o que la pequeña
quiere juerga (jugamos a “tú me das una patada y yo te aprieto el pie”, ¡le
encanta!) Por ahí dicen que esta fase es una especie de preparación para lo que
se te viene encima después, pero yo casi preferiría llegar a esa fase sin tanta
preparación.
Es
una de las cosas, junto con la cerveza, que más echo de menos, ¡dormir una
noche entera del tirón! Y, por desgracia, voy a tener que esperar bastante para
disfrutar de ambas.
Peeeero…
¡Estoy feliz! Cada día me acerca al momento de sostenerla entre mis brazos,
algo que pensé que nunca llegaría. Si me da un patadón protesto, pero en el
fondo estoy encantada de sentir que es absolutamente real.
Claro
que pienso en el parto con algo de miedo, pero mis nervios tienen más que ver
con las ganas de ver su carita, de besar su nariz respingona, de morder sus
deditos de los pies,… ¡Qué ganas!